País
A veces usted, como yo,
se preguntará
si este paisito que fundamos
(y digo paisito con cariño,
no se trata de cercanas fronteras
o vulgar idiosincrasia)
puede albergar su terca sonrisa
o mi mudo griterío.
se preguntará
si este paisito que fundamos
(y digo paisito con cariño,
no se trata de cercanas fronteras
o vulgar idiosincrasia)
puede albergar su terca sonrisa
o mi mudo griterío.
Y es que usted tanto como yo
conoce ya soberanías y banderas,
pueblos chicos e infiernos grandes,
pueblos grandes e infiernos más grandes.
Usted,
compatriota desvergonzada
de esta tierra de favores,
de este universo de dos,
debe saber que yo no vengo a conquistarla.
No me interesa
calcular nuestro riesgo país,
ni devaluar monedas que aun no existen.
En cambio,
pretendo la inflación de los sentidos,
que crezca brutalmente el producto interno,
que explote para bien
nuestra bolsa de “valores”.
Y es que tanto usted como yo
comprendemos mucho de nosotros
y casi un pito de economía,
y entonces nos preguntamos,
nuevamente,
si este paisito que fundamos
(y digo paisito con alegría,
no se trata realmente de países)
puede albergar lo cotidiano
que sería mirarla para siempre,
o lo sencillo
de un buen día cada día.
Y es entonces cuando usted,
con su terca sonrisa,
y yo,
con mi mudo griterío,
nos percatamos por fin
de que no hay país
que alguna vez
no se haya ido
deliberadamente al carajo.
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