Mujer que me mira
Sin mirarme te sentás
disciplinada y sin pliegues
a mirarme.
Y lo hacés
como si fuera mi humanidad
una geografía inexplorada.
Absorta en tus ojos
no escatimás recorridos,
y te dejás llevar
por esa necesaria atención
que te brota incandescente
desde cada uno de tus poros.
Cada partícula de tu mirada
se me dedica y entrega,
me escudriña y alisa.
Y me mirás sin deseos particulares
ni visiones generales,
me mirás como un conductor
mira al frente,
como una madre al cruzar la calle,
como el techo a tu espalda.
No sé que artificios disimulados
tenés encerrados
en tu arte de mirar,
pero el verano que queda,
pedaleando,
en mis ojos que te espían,
es un destello fulminante
que me ciega de injusticias.
Me mirás
como un ciego a la vida,
como un chico a la historieta.
Y no existe en tus pupilas
clase alguna de sentencia,
reflexión o inteligencia.
Sólo me mirás,
como un mimo a su pared,
como el piso, irreverente,
bajo tu falda,
con tu seño no fruncido
y tus cejas de aladeta.
Me mirás como excusa
de no encontrar algo más interesante,
y lo hacés con la convicción
de no estar perdiendo el tiempo,
con la frente tranquila
y con el sueño encendido.
Y si acaso yo te miro
y vos conseguís notarlo,
entonces girás,
y tu media sonrisa cabizbaja
-indisciplinada, de reojo,
sin que lo sepas-
me cuenta lo mismo que tu mirada.
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