Mujer que trabaja

Yo sé que estás, ahora,
en otro lado,
en ese lugar
donde mi nombre
sea acaso
más pequeño.

Estás
atada a la intemperie,
decorada con legajos,
lapiceras,
con formales buenos días
y obligados muchas gracias.

Anclada a ese no ser
rutinario
que no significa
cotidiano.

Estás ahí,
donde los ojos
sólo miran a los lados,
y el teléfono dispara
órdenes, preguntas,
insultos, equivocados.

Donde manda
ese,
de cara redonda
y agujas de mal gusto.

Mientras tanto
está mi nombre
pequeño,
asustado,
tirando de tu mano,
abrochado con un clip
en el ángulo superior derecho
de tu memoria.

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