Lisa y llanamente

Yo quise quererte
sin astucia y sin dobleces,
con ese amor al dente
que tu boca requería,
quererte lisamente,
con la paz de una llanura
sembrada y en silencio,
con la cama recién hecha
y ayeres con almidón,

quererte llanamente,
sin rebusques cotidianos,
sin asombros destinados,
con obvios desacuerdos
sin obviar ningún acuerdo.

Yo quise saberte
una explosión de escopeta,
un tambor en un desfile,
un chasquido de gigante,

saberte lisa
y saberte llana
y saberme acaso sin mente.

Pero el don de tu escondite
-ese anidado desvelo-
hoy se jacta de epitafio,
de consuelo,
de sensato aprendizaje.

Porque tal vez por astucia
y también por los dobleces
yo te quise,

pero nunca quise
que terminemos siendo,
lisa y llanamente,
lisos y llanos.

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