Morocha

Me gusta esperarte
en la trastienda de tu niña
o en el umbral de tu mujer,
que acaso sean la misma cosa.
 
Reclamar a viva voz
ese cariño de pasillo
que se jacta de contar
solo con vos y conmigo.
 
Yo te quiero
unida a mi
como un repulgue,
y me pregunto
si existe
algo más imprescindible
que tu

boca:
 
como una bendición a larga distancia,
como un domingo secuestrado para siempre,
como una insalvable soledad indiscutida
que acompaña tu llegada,
como reir sabiendo
que estoy riendo tu risa.
 
Me contaste que no hay primaveras
sentadas en el regazo de tu espalda,
pero de sobra se sin que me cuentes
y sin que quiera rimar estos milagros
que hay mil veranos recostados bajo tu falda.
 
Y sobre tu falda
a veces me duermo sin querer,
y sobre tu espalda
tu pelo negro se desbarata.
 
Yo quiero acomodarte
en el respaldo de mi oído,
teñirte
de colorado
las mejillas,
dejarte rubia
de tanto cariño.

Comentarios

Seguidores