Colorín colorado

Había una vez
un silencio sin vos,
tus ojos sin nombre,
tu mano vacía buscando,
tu espalda, hipnótica.
 
Si acaso me hubieran contado
la locura de no saberte
dentro de mi abrazo
te habría buscado con prisa,
hubiera bastado
solo buscarte para quererte,
aunque nunca te hubiera encontrado.
 
Hubiera bastado
tu presencia imaginaria,
tu figura revelada
en el revés de mi memoria inexistente,
 
sólo con saberte incierta, intangible, irremediable,
una sombra deambulando mis cornisas
hubiera sido suficiente
para festejar que estamos compartiendo
ese infinito que no llega.
 
Había una vez
cuando casi te pierdo
cuando casi te suelto
cuando casi te olvido
cuando casi no había una vez,
pero hubo.
 
Y entonces matamos colorines y colorados,
aniquilamos los finales, felices y los otros,
los desenlaces obvios o correctos,
subimos el estúpido telón y no había nadie,
sólo vos y yo frente a la nada,
conmemorando la tontera de mirarnos sin sentido,
de besarnos con desvelo,
con las bocas sin dormir
de tanto buscarse,
 
y hubo por fin un silencio con vos,
y que buen silencio que callamos,
cuando tu mano llena de la mía ya no buscaba nada,
y la inconciencia de tenerte por fin tenía sentido,
y ya no hubo prisas
ni lejanías,
ni sombras,
ni trampas,
ni reglas,
ni horas,
ni suerte,
ni destino,
ni recuerdos,
 
pero la certeza
de tus ojos azules con nombre,
tu risa aferrada a mi boca,
tu pelo revuelto en mis manos,
tu espalda y mi pecho,
vos y yo felizmente atrapados
sin colorín ni colorado.

Comentarios

Seguidores